En una jornada marcada por la gratitud, la Rectora, voluntarios y organizaciones colaboradoras relevaron el impacto transformador del servicio comunitario en la formación profesional y humana del estudiantado.
La Universidad Católica de Temuco conmemoró el Día del Voluntariado 2025 con una ceremonia cargada de emotividad y reflexiones que pusieron en valor el rol del estudiantado en la construcción de comunidades más justas, solidarias y acompañadas. La actividad contempló saludos, testimonios, reconocimientos y un espacio de encuentro entre voluntarios e instituciones colaboradoras.
Durante su intervención, la Rectora de la UCT, Marcela Momberg, destacó la importancia de formar profesionales con vocación de servicio, capaces de mirar el entorno con empatía y sentido de propósito. “Para nosotros es un tremendo orgullo ser parte de este proceso, pero también es un desafío, porque tenemos que entregar una formación integral, una vocación de servicio y la capacidad de colocarse en el lugar del otro. Este voluntariado hace que ustedes aprendan a tener un corazón de escucha atenta y a dedicarse al otro o a la otra”.
Añadió que el aprendizaje no solo ocurre en el aula, sino también en estos espacios donde los estudiantes reconocen las necesidades de las personas con quienes trabajarán en el futuro: “Vivimos en un mundo acelerado, donde a veces no escuchamos a la persona que está al lado. Con nuestras pequeñas acciones podemos generar grandes cambios en la vida de muchas personas que necesitan de nosotros”.
Aprendizaje mutuo y compromiso permanente
La coordinadora de Voluntariado UCT, Ana María Galaz, subrayó el carácter formativo y comunitario de esta labor, especialmente en un día que coincide con la conmemoración internacional del voluntariado. “Hoy estamos reconociendo la labor voluntaria de nuestros voluntariados institucionales y permanentes. Tenemos alrededor de 11 instituciones que nos acompañan y 11 voluntariados que han estado trabajando durante todo este año 2025”.
Galaz destacó además la diversidad de espacios en los que participan los estudiantes, mencionando iniciativas vinculadas a infancia, personas mayores, salud animal y jóvenes privados de libertad. “Las instituciones están muy contentas con el trabajo que ha realizado la Universidad. Sienten que es un aporte tanto para las personas beneficiarias como para nuestros voluntarios; es un aprendizaje mutuo”.
Voces del voluntariado
Desde el voluntariado Infancias que Florecen, las estudiantes de Trabajo Social Sofía Campos y Romina Medina valoraron la oportunidad de trabajar con niños y niñas en contextos comunitarios y con enfoque intercultural. “Es un privilegio que la universidad tenga estas instancias para desenvolvernos social y comunitariamente. Para nosotras ha sido una experiencia única, trabajando con niños desde los 3 hasta los 12 años, disfrutando con ellos la naturaleza y también la identidad mapuche”, señaló Sofía.
Romina agregó que estas experiencias permiten fortalecer habilidades necesarias para su futuro laboral. “No es algo fundamental solo para nuestra carrera, sino para todas. Cualquier tipo de voluntariado te permite ampliarte y aprender desde distintas disciplinas, porque es el trato con la gente lo que finalmente importa”.
Por su parte, el estudiante de Medicina Veterinaria y presidente de su voluntariado, Diego Jerez, compartió la experiencia del proyecto de tenencia responsable desarrollado en la comunidad de Pedro de Valdivia junto al Programa de Atención Domiciliaria para el Adulto Mayor (PADAM) del Hogar de Cristo. “Buscamos que nuestros compañeros desarrollaran habilidades que nos van a acompañar durante nuestra vida laboral. Realizamos charlas informativas, vacunación antirrábica y desparasitación, siempre con el enfoque de educar a la comunidad”.
Sobre el aprendizaje adquirido, afirmó que “estos espacios nos ayudan desde el aprendizaje servicio, a adquirir valores y a mejorar nuestras habilidades blandas. Trabajamos principalmente con personas mayores, lo que nos permite ver cómo nos desenvolvemos con personas distintas a nosotros”.
Instituciones colaboradoras: un vínculo que fortalece comunidades
La jornada también contó con la presencia de instituciones aliadas, entre ellas el Programa PADAM del Hogar de Cristo, representado por Daysi Aguilera, quien valoró la continuidad del trabajo conjunto. “La vinculación con la Universidad Católica viene desde ya varios años. Este año pudimos realizar un proyecto con Medicina Veterinaria, trabajando a nivel comunitario con juntas de vecinos. Ha sido un apoyo muy significativo para el programa y para las personas mayores con las que trabajamos”.
Aguilera resaltó especialmente la importancia del acompañamiento permanente. “Se han generado vínculos muy cercanos. Las personas mayores agradecen mucho las visitas y actividades, porque se sienten solos. Para ellos, este acompañamiento es invaluable, y para nosotros también es un beneficio recíproco”.
