Cada mañana, el entrañable amor de Dios se nos hace visible en aquellos primeros rayos de luz que entibian el amanecer. Algunas aves ya están cantando con embriagador entusiasmo dando la bienvenida a un nuevo día, pero antes fueron los grillos quienes acompañaron nuestro sueño bajo un mar de coloridas estrellas…
Dios nos ha dado los ojos, los oídos y todo el cuerpo para verlo y sentirlo siempre; siempre que estemos dispuestos a ello. Violeta Parra cantó y agradeció a la vida por los dones de la percepción que nos permiten gozar el encuentro con el misterio que nos revela. Ella, Violeta, una de las más grandes artistas que nuestra tierra ha dado, estaba en el asombro ante la realidad profunda manifestada, y supo cantarla. Con su canto, nos recuerda el milagro cotidiano de sentir.
Las artes, sean estas visuales, musicales, danza, teatro, literatura, poesía, etc., son formas privilegiadas en que la humanidad participa del primer gran misterio que Dios comparte con nosotros: la Creación. Se nos manifiesta a los sentidos en la maravilla de la naturaleza, pero también nos ha entregado el don de crear, de participar como activos continuadores de su obra. Las diferentes expresiones artísticas son evidencia de cómo el Espíritu Santo es una fuerza activa en el camino humano hacia su creador.
El Papa Francisco en mensaje dirigido a los artistas dijo: “El artista recuerda a todos que la dimensión en la que nos movemos, también cuando no somos conscientes, es la del Espíritu. Vuestro arte es como una vela que se llena del Espíritu y hace ir adelante”.
El arte no son solo las obras, tampoco son solo los artistas. El arte es, antes que nada, una capacidad de todo ser humano. A veces pensamos que es cosa de personas excepcionales que tienen un talento extraordinario. Todos hemos recibido diferentes talentos y cada persona busca desarrollarlos de la mejor forma posible, pero eso no significa que los demás sean espectadores pasivos. Así como el Espíritu da un especial talento a los artistas, también da a cada uno la capacidad de percibir, sentir con el corazón y pensar en aquello que la obra muestra. Somos capaces de percibir la presencia del Creador.
El papa Juan Pablo II, también en su Carta dirigida a los Artistas, decía: “Ante la sacralidad de la vida y del ser humano, ante las maravillas del universo, la única actitud apropiada es el asombro”. A lo que agrega luego: “No todos están llamados a ser artistas en el sentido específico de la palabra. Sin embargo, según la expresión del Génesis, a cada hombre se le confía la tarea de ser artífice de la propia vida; en cierto modo, debe hacer de ella una obra de arte, una obra maestra”.
Si bien en las escrituras sagradas no se habla del arte en el sentido de cómo lo entendemos hoy, sí podemos reconocer manifestaciones que apuntan a comprender su relevancia en el plan divino. Junto a los hermosos relatos de la creación en el libro del Génesis, recordamos también el admirable Cantar de los Cantares del rey Salomón y las maravillosas parábolas que el mismo Jesús creó para comunicar su mensaje directo al corazón. Por otra parte, en el hecho mismo del misterio de la Encarnación, Dios se hace presente en la historia humana como imagen que, por lo mismo, fue posible de ser visto, oído, sentido… ¡qué gran regalo!. Quienes vivieron esos días con Él fueron afortunados, pero eso no significa que no podamos verlo. El desafío es buscarlo no solo con los ojos, sino también con los ojos del corazón. Asimismo, en la Eucaristía se nos ofrece como pan y vino, cuerpo y sangre que nos alimenta y da el impulso para ser dignos testigos de su presencia.
Contemplación. Es necesario dar tiempo a la experiencia perceptual, acceder espiritualmente al misterio de la creación y al sentido de nuestra existencia que no es otra sino dejarnos abrazar por luz eterna de Dios.
¿En qué medida dispongo de mis sentidos, mi cuerpo, mi alma para ver la acción y presencia del Espíritu Creador en el mundo de hoy? ¿Cuido de tener los ojos y el corazón atentos a reconocer los ojos de Jesús entre quienes me rodean? ¿Cuán consciente y dispuesto estoy de disponerme como cocreador que colabora con amor y esperanza a continuar la creación de Dios?
“El arte, en todas sus expresiones, cuando se confronta con los grandes interrogantes de la existencia, con los temas fundamentales de los que deriva el sentido de la vida, puede asumir un valor religioso y transformarse en un camino de profunda reflexión interior y de espiritualidad”.
Benedicto XVI, Capilla Sixtina, 21 de noviembre de 2009.