A través del Programa de Voluntariado Misionero Intercontinental de ODUCAL, dos estudiantes colombianas compartieron una experiencia de fe y solidaridad en Curacautín, dejando una huella profunda en la comunidad y en ellas mismas.
Entre el 4 y el 12 de enero de 2025, las Misiones de Verano organizaron por tercer año consecutivo un espacio de encuentro y servicio en la comuna de Curacautín, en el que participaron más de 40 estudiantes de la Universidad Católica de Temuco (UCT), la Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) y del extranjero.
En esta edición, dos estudiantes de la Universidad Católica de Manizales (UCM) de Colombia, gracias al Programa de Voluntariado Misionero Intercontinental de la Red de Pastoral Universitaria de la Organización de Universidades Católicas de América Latina y el Caribe (ODUCAL), se unieron al esfuerzo pastoral que tuvo como objetivo fortalecer la comunidad local a través de la evangelización, el trabajo social y el encuentro personal con Jesucristo.
Efraín Sáez, Director General de Pastoral UCT, valoró la importancia de este encuentro, destacando que trabajaron junto a la Pastoral de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso en una iniciativa pionera dentro del marco del plan de “Iglesia en Salida” de la Conferencia Episcopal. “Además, contamos con la participación de dos estudiantes de la Universidad Católica de Manizales, Colombia, quienes, junto a más de 40 estudiantes, vivieron y compartieron el Evangelio durante una semana en la comuna de Curacautín. Este proyecto refleja nuestro compromiso con el vínculo con el medio y el testimonio vivo de nuestra misión pastoral: anunciar a Jesucristo”.
Una experiencia de solidaridad y fe
María Fernanda Florez, estudiante de arquitectura, y María Antonia Castrellón, estudiante de publicidad, llegaron a Curacautín con el propósito de vivir una experiencia transformadora. Aunque inicialmente se sentían un poco ansiosas ante lo desconocido, ambas coincidieron en que regresaron con una vivencia profundamente enriquecedora.
“Nos llevamos más de lo que pensamos dar”, señaló María Fernanda al reflexionar sobre su vivencia en estas misiones. Para ella, la calidez de la gente y las dificultades del trabajo puerta a puerta, que en un principio resultaron frustrantes, terminaron siendo una de las lecciones más profundas de su experiencia. “Al principio no nos abrían las puertas, lo que era un poco frustrante, pero entendimos que el rechazo era parte del proceso, ya que no sabíamos por lo que cada familia podría estar atravesando en ese momento. Cuando finalmente nos abrieron las puertas, sentí una gran alegría. Ahí me di cuenta de que lo que uno da, no siempre es lo que se recibe. La comunidad nos dio mucho más de lo que pudimos haberles ofrecido”, reflexionó.
Trabajo en comunidad y crecimiento personal
Las dos estudiantes participaron activamente en actividades pastorales, celebraciones litúrgicas y visitas puerta a puerta, donde, a pesar de las diferencias culturales, encontraron una conexión profunda con los habitantes de la comuna. “Las personas son muy amables, y nos recibieron como si fuéramos parte de sus familias. Nos sentíamos bienvenidas, y la solidaridad fue increíble. Cada día aprendíamos algo nuevo de ellos, algo que nunca imaginamos. Es algo que cambia a las personas”, dijo María Antonia, quien estudia publicidad y señaló que, aunque en un principio se pensó que su misión era solo ofrecer ayuda, al final fue ella quien se sintió más beneficiada de esta experiencia.
María Antonia agregó que la actitud afectuosa de los habitantes de Curacautín, especialmente de los niños, marcó un contraste con las dificultades del trabajo misionero. “Los niños eran tan cariñosos, siempre nos recibían con una sonrisa. Fue tan bonito ver cómo los pequeños querían compartir y jugar con nosotros”, comentó con emoción.
Una invitación a misionar y ayudar al prójimo
Ambas estudiantes coincidieron en que esta experiencia dejó una huella profunda en sus vidas, y recomendaron a otros jóvenes que se atrevan a participar en actividades misioneras. “Aunque no seas una persona muy espiritual, esta experiencia te cambia, te hace crecer emocionalmente y te abre los ojos a la realidad de otras personas”, dijo María Fernanda. “Es una experiencia que te invita a ser más solidario y a poner en práctica lo que realmente es importante en la vida, que es ayudar a los demás”, concluyó la estudiante.
Una mirada a la misión
A través de esta experiencia, las jóvenes también pudieron poner en práctica su fe, aprendiendo a ser testigos del amor y la solidaridad de Dios, como les recordó el Padre Pbro. Leonardo Villagrán Santana, Vice Gran Canciller de la UCT, en la Misa de envío del 4 de enero. “Lleven la palabra del Señor y sean luz en el camino de quienes más lo necesitan”, les motivó el sacerdote, un mensaje que resonó en los corazones de todos los misioneros.
Con el final de las misiones el pasado domingo 12 de enero, tanto los jóvenes chilenos como los internacionales, como María Fernanda y María Antonia, regresaron a sus hogares con el corazón lleno de gratitud, no solo por haber podido dar, sino por todo lo que recibieron en este tiempo de servicio y convivencia.