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La ley del menor esfuerzo > UCT

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¡Hum!, hablaremos de economía, entonces. ¡Sí!, aunque de la ley de la que hablo es una práctica consuetudinaria, recurrente, en todos, no hay quien se escape de esta costumbre. Tiene mil y una variantes de expresión. No se preocupen, no siempre es dañina; en ocasiones, es promovedora de cambios.

¿Conocen algunos ejemplos prácticos de esta ley? Ya en las más simples rutinas domésticas cotidianas de cada uno de nosotros está. ¡Ni las sueñan! Ya postergar el inicio del día, aunque sea por unos minutos, es ejemplo de economía, o de mínimo esfuerzo. ¿Quién no añade unos minutos más al reposo?, y en vez de incorporarse a las 06:45 como hace o debe hacer habitualmente, y haciendo caso omiso a un eventual aviso de alarma electrónica, o tan solo a su propio reloj biológico, y decide por sí, añadir cinco minutos, y así todo conspira en quizás hacer una serie de pequeñas rutinas más aceleradamente, o quizás no hacerlas simplemente, eximirse de ellas, a lo mejor no afectan de manera significativa, pero alguien sí lo puede notar. Y ahora, en centros urbanos bien poblados, ya desplazarse de un punto a otro, implica ciertos trastornos, y por qué no, llegar tarde al inicio de las actividades laborales o profesionales.

Otra, obviar el recorrido angular de un trayecto, que por ejemplo circunda un hermoso prado, arbustos y plantas floridas. ¿Qué hacemos? Cruzar en diagonal, una vez, otra vez, otra vez, y también si es trayecto de regreso. Y así, se hace camino al andar, y de prado ya no hay sombra, solo hay un sendero que secó el pasto, y dejó al descubierto la tierra. Lo he visto, y seguramente los han visto. Quizás recurrimos a esa práctica alguna vez. ¿Qué se ha hecho? O han recubierto con pastelones de concreto dicho “sendero”, han cercado el perímetro o han puesto tímidos letreros prohibiendo el paso o sugiriendo la conservación o mantención del verde prado.

En el lenguaje, en lo fonético, relajar excesivamente la articulación de algunos sonidos, de las sílabas átonas finales de las palabras, aliviar la pronunciación de grupos consonánticos postsilábicos, entre otros ejemplos; en lo léxico-semántico, no aplicarse en el uso de expresiones más pertinentes en el contexto, y utilizar otras malsonantes, livianas, sino groseras.

Para vencer a natura, debemos esforzarnos, vencer la modorra, el letargo, el sosiego, el desánimo. Y, acto seguido, mejorar la actuación, la conducta, la práctica. Es preciso la observación, la corrección, la compostura. Si así actuáramos, otro gallo cantaría; serían mejores los comportamientos, los procederes, y habría enmiendas en el camino; otro sería el entorno, otro sería el contexto.

Propongo observar nuestras conductas, sí, las propias, reparar en lo imperfecto de ellas, que más de algo tienen, y mejorar nuestros rumbos, nuestros comportamientos. ¡A mover el timón, hermanos!



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